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El detenido como presunto autor de la muerte del niño Mateo en Mocejón (Toledo) acudió al polideportivo empuñando un arma blanca y con un pañuelo cubriéndole la cara para agredir a otra persona, a un vecino que reside en los alrededores de su casa y con el que se había enemistado. Según ha podido saber este diario de fuentes policiales, ayer lunes a mediodía, pocas horas antes de su detención, había vuelto a perseguir a este joven al que tenía entre ceja y ceja.
Poco después, sobre las 17.00 horas del lunes y tras 30 horas de intensa búsqueda en la que llegó a desplegarse un helicóptero y medios subacuáticos, la Guardia Civil ponía punto y final a la persecución deteniendo al joven, español, de 20 años de edad, como autor del asesinato del niño Mateo, de 11 años, al que hirió con el arma blanca al menos una decena de veces.
El arresto se llevaba a cabo en la propia localidad donde el domingo, sobre las nueve y media de la mañana y sin motivo aparente, se produjo el cruel crimen. Varios coches policiales cortaban a primera hora de la tarde todas las entradas a la calle Dalí de la localidad, en una de cuyas viviendas se encontraba el presunto autor del crimen del pequeño Mateo, al que propinó una decena de puñaladas. Le acompañaban su padre y un hermano pequeño.
El detenido no se correspondía exactamente con la descripción física que de él habían dado los testigos: «De entre 16 y 22 años, rubio, con el pelo rapado y un tatuaje en el brazo, 1,60 metros de estatura». «Es un poco más alto que eso», apuntaba un grupo de chavales que lo conocían de vista. Y llevaba el pelo muy corto, pero no de color claro, sino más bien castaño/moreno.
«¡Qué alegría, que alegría, que se pudra en la cárcel!», gritaba una mujer a escasos 30 metros de la casa, nada más conocer la detención, y cuando el sospechoso de la muerte de Mateo aún se encontraba dentro de su casa, custodiado por la Policía. Otros vecinos utilizaban palabras más gruesas -no reproducibles- para describir su contento por la rápida resolución del caso y qué harían ellos con el presunto. «¿Ya se ha ido? ¿Se lo han llevado? ¿Y no le habéis dicho nada? ¿No le habéis gritado asesino ni nada? Pues vamos donde vaya él», decía un joven de los más exaltados.
En escasos minutos, en cuanto la noticia y la dirección comenzaron a circular en los grupos de whatsapp del pueblo, sumaban al menos dos centenares los curiosos que se arremolinaban entorno al adosado.
«Sabíamos que tenía que ser de aquí, por el simple hecho de que el agujero por el que ha entrado lo conocemos los de aquí», apuntaba otra mujer presente en uno de los numerosos corrillos en los que unos y otros vecinos intercambiaban los datos que conocían del arrestado. Al mencionar el agujero se refería esta mujer al boquete en la tela metálica que rodea el polideportivo, el hueco por el que accedió el agresor al campo de fútbol y que se encuentra en una zona poco visible, en un lateral del recinto. «Sólo los de aquí sabemos que existe ese agujero», nos habían repetido insistentemente otros habitantes de Mocejón durante las horas previas a la detención.
Conforme iban los vecinos conociendo la identidad del detenido, todos empezaban a repetir machaconamente la misma frase: «Era un chaval que no estaba bien», decían unos y otros apuntando a que el joven sufre algún tipo de problema mental y a que era evidente sólo con verlo.
Flores y mensajes en recuerdo de Mateo.ALBERTO DI LOLLI
«Yo hace años que no lo veía. Solía ir con el padre a la iglesia de pequeño... No parecía un niño muy normal, siembre iba con la mirada hacia abajo y eso, de no hablar nada... Pero dejé de verlos, ni siquiera sabía que estaban en el pueblo», decía una vecina sobre el arrestado.
Palabras casi idénticas usaba una mujer que charlaba unos metros más allá apoyada en el capó de un coche: «Los hermanos iban a misa con el padre y en misa yo veía a uno de ellos que se daba golpes en la cabeza, no sé cual de ellos», decía dándose toques en la frente con una y otra mano para escenificar el gesto. «Eran niños que no estaban bien, iban por la calle con el padre siempre con la cabeza agachada», añadía.
Otros ahondaban más y relataban el extraño comportamiento que el joven, aseguraba, venía mostrando en los últimos días. «Varios niños de los que van al polideportivo donde se cometió crimen han contado que llevaban unos días viendo a un chico que iba detrás de ellos silbando, que se acercaba y se alejaba, con un palo y silbando. Y parece ser que es él», contaba una vecina de la localidad.
Un grupo de chavales adolescentes que se habían acercado también a los alrededores de la vivienda refrendaban la credibilidad de este episodio puesto que, decían, ellos mismo lo habían sufrido. «Nosotros también lo vimos con un palo silbando, muy raro, pero hará ya un año de eso», explicaban.
Los datos sobre el estado del presunto atacante de Mateo venía a confirmarlos poco después su propio padre, quien afirmaba que su hijo sufría una discapacidad psíquica enmarcada entre un 60% y un 70%, según publicaba ABC.
Agentes de la Guardia Civil buscan el arma del crimen en el Canal.ALBERTO DI LOLLI
«Ni él ni su hermano salen apenas, poca gente en el pueblo los conocen porque apenas se les ve», decía otro de sus vecinos. Del chalé aledaño al de la detención, el número 19 de la calle Dalí - la vivienda se encuentra justo en el otro extremo del pueblo respecto a donde se ubica el polideportivo-, dos jóvenes se asomaban por la barandilla de la casa. «Esta mañana hemos salido a correr y había un coche ahí, eran de la secreta. Nos han parado y nos han preguntado el DNI y ya está. Ya lo sabían», explican aún incrédulos por haber vivido el desenlace en primera fila. Se encuentran en la vivienda de casualidad, decían, ya que pertenece a la hermana de uno de ellos y se han instalado allí unos días.
«Es que esos chicos no salen nunca». «Iba con mi hijo al colegio. Estaba mal el chaval, pero para hacer esto...». Sus padres, explicaban, se divorciaron hace muchos años y la madre se trasladó a Madrid. El detenido y su hermano pequeño iban y venían, pasaban tiempo con ambos progenitores.
Nada más conocerse la detención, muchos amigos de Mateo se acercaban al centro deportivo para depositar flores, velas y mensajes en su puerta. «Te vamos a echar mucho de menos»... «Nos vas a hacer mucha falta»... «Siempre estarás en mi corazón»... «Recordaremos cuando jugábamos al fútbol, las risas, nunca te olvidaremos», son algunos de los mensajes escritos por los niños a mano en papeles de colores y con muchos dibujos de corazones. «Te quiero, mateta, siempre te llevaré en el corazón, eres el mejor», le escribe una niña junto al dibujo de una camiseta con el número 6. Varios de los menores lloraban mientras eran consolados por su padres.
«Era amiguito de mi hijo. Menos mal que lo han cogido, porque no podíamos ni dormir. Y los niños no querían ni salir de casa del miedo que tenían», relataba una de las madres con lágrimas en los ojos.