Hola, ¿Habéis visto este análisis?
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Más que denunciar un abuso. Más que ignorar un abuso.-
Un hecho local que reveló los cimientos de barro de una realidad global.
En mayo de 2020, unas chicas queers publicaron en Twitter un comunicado acusando a Lara Santaella, activista trans y fotógrafa, de intentar coaccionarlas para mantener relaciones s***ales con ella.
El comunicado fue inmediatamente negado por Santaella, numerosas cuentas de Twitter corrieron a apoyarla y alegaron que esas acusaciones eran un montaje de las TERFS.
Entonces pasó algo inesperado: una joven mujer trans trabajadora s*xual lanzó otra acusación similar contra Santaella, añadiendo multitud de detalles sobre su falta de ética cómo fotógrafa. Al aceptar hacerle fotos para su anuncio…pero también intentar coaccionarla para mantener relaciones s***ales.
Santaella ahí sí reconoció los hechos y se victimizó a si misma. Alegó que carece de habilidades sociales, que nunca ha sabido bien como relacionarse, ni cómo ligar y que no capta las indirectas.
Numerosas feministas radicales señalaron entonces que cuando mujeres CIS denunciaron su abuso, inmediatamente fueron desacreditadas. Y que solo le concedieron credibilidad a raíz de la denuncia de una mujer trans.
En este caso concreto esta afirmación es cierta.
No obstante, lo más revelador aquí fue la reacción del feminismo interseccional:
Si una mujer trans trabajadora s*xual es coaccionada para tener relaciones s***ales, entonces ¡es de esperar que el Colectivo de Prostitutas de Sevilla defienda a esa víctima!
Aún más de esperar al conocer la posición transfeminista de este colectivo.
Pero, ¡ocurre que ese colectivo le debe muchos favores a Santaella! Reportajes fotográficos, artículos y constante apoyo en redes.
¿Qué hizo entonces este colectivo supuestamente defensor de las personas trabajadoras s***ales y trans? Pues miraron para otro lado y callaron. Mantuvieron un silencio cómplice y no condenaron.
Una posición que también mantuvieron activistas trabajadoras s***ales autónomas cómo Ariadna Riley. Autoproclamada “transfeminista y defensora de los derechos humanos".
Con Riley (propagandista Trabajadora s*xual más visible a nivel local) se repitió el patrón de deberle numerosos favores a Santaella. Al descubrir que su aliada Santaella coaccionó a una trabajadora s*xual, no se pronunció y aún hoy conservan la amistad.
Es irónico y relevante que entonces fuesen solo feministas radicales, supuestamente “putófobas y transfóbicas", las que mostrasen más empatía hacia una mujer trans trabajadora s*xual y la creyesen desde el primer momento.
¿Dónde estaba la condena por parte de los diversos colectivos LGBTIQ que componen el Orgullo Crítico? ¡Las mujeres abusadas también pertenecen al colectivo!
Pero Santaella tomaba parte activa en la organización de los diferentes orgullos críticos sevillanos.
¿Dónde estaba la condena por parte de la histórica activista trans Mar Cambrollé?
El ejemplo de Santaella provoca aún más rechazo social hacia la lucha de las personas trans.
Podía haber condenado y haber desmarcado públicamente a Santaella de este activismo.
En el caso de los medios feministas supuestamente activistas (Santaella también se promociona cómo activista de supuesta extrema izquierda).
¿Dónde estaba la condena por parte de Mar Gallego y ese supuesto “Feminismo Andaluz”?
¿Dónde estaba la condena por parte de Virginia Piña y esas supuestas “Mujeres andaluzas que hacen la revolución”?
El silencio fue similar en todos los medios de difusión similares en Andalucía.
Estos ejemplos son a nivel local. Pero a nivel estatal se repite el patrón:
¿Dónde estaba la condena por parte de Pikara Magazine? Habían publicado varios artículos de Santaella.
Estos ejemplos descubren un amiguismo rancio e interesado, pero ¿Hay algo más aparte de ese amiguismo?
Aún más desesperanzadora es la cuestión que engloba a todas las anteriores preguntas: ¿Dónde estaba la condena por parte del feminismo interseccional? En general, ya no a nivel local ni de ejemplos concretos. Ningún rechazo en ninguno de sus medios, figuras académicas o colectivos activistas.
-La lección más importante y visible que nos dejó este caso fue el silencio.-
Un silencio que condiciona a cualquier feminista interseccional que, a nivel personal, pensase en rechazar y condenar.
Silencio consensuado de este feminismo cómo postura ante el acoso nombrado “techo de algodón”. Término usado por autodenominadas mujeres trans lesbianas (aunque Santaella se defina cómo Bisexual). Designa la “injusticia” de que mujeres lesbianas las rechacen al no sentirse atraídas sexualmente por ellas. Es usado para coaccionar a estas mujeres lesbianas, provocarles luz de gas y culparlas de su supuesta falta de empatía.
En un hombre CIS, afortunadamente, son condenados estos comportamientos dignos de INCELS. Pero parece que no se quieren ver ni señalar en estas mujeres trans autodenominadas cómo lesbianas.
No es solo un doble rasero hipócrita, es más bien un esfuerzo consciente por no aceptar una realidad incómoda a sus convicciones.
No hay peor ciegx que quien vio la realidad y decide volver a cerrar los ojos.
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