Lo del rallador me ha recordado a una vez que quedé a cenar con un par de amigas y su grupo de amigos. Íbamos a un japonés de esos que son buffet libre a la carta (pagas X y luego puedes pedir los platos que quieras, a la carta, sin límite). La verdad es que el sitio está bastante bueno y la comida tiene más calidad que la media en este tipo de restaurantes.
Uno trajo a su prima que estaba haciendo “la dieta Dukan”, y “no iba a comer nada”. Por supuesto, los del restaurante nos dijeron que ni hablar, que persona que se sentaba a la mesa, tenía que pagar (lógico en un buffet libre, porque tú dices que no pagas y luego picas de los platos que traen). Se montó un pifostio, que yo me moría de la vergüenza ajena, y entendía totalmente a los del restaurante (pero como yo tb iba “de acoplada” , me callé)
Al final, a regañadientes, los del restaurante nos dejaron, si ella se pedía algo de beber, y con el compromiso de que no iba a comer nada (spoiler: no pasó).
Pensé que ya había cubierto mi cupo de vergüenza ajena, hasta que vi cómo comía esta gente. No os miento si os digo que JAMAS he visto comer así. Pidieron todos los puñeteros platos de la carta, y varias veces. Parecía que llevaban un mes sin probar bocado. Al final, los del restaurante les dijeron que ya habían cerrado cocina (porque aquello era una locura; la ruina), y aún tuvieron las narices de pedir todos los postres
Fue absolutamente surrealista. Entre la de la dieta Dukan, que lo que no quería era pagar cena (porque lo que comió no era muy Dukan), y los otros que parecía que no habían comido en su vida (no os digo más, que del restaurante se fueron a casa, porque se sentían “un poco pesados”)… yo no sabía dónde meterme.