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por Blue Rose
Moradora de las arenas
Dejo por aquí mi parto, meses después, pero después de tanto tiempo leyendo las crónicas de las demás, me hacia ilusión poder contar, por fin, la mía. Perdón por el tocho, es difícil resumir esto, incluso creo que algo me dejo, así que campeona la que se lo lea entero.
El parto de D comenzó el 29 de enero de 2024, a las 17:00 horas, cuando llegamos al hospital en la fecha y hora que nos habían dado para comenzar la inducción (debido a mi diabetes gestacional me inducían en la 38 + 5). En seguida nos subieron a la habitación 216 donde pasaríamos la primera noche ingresados. Nada más llegar me cogieron un vía, hicieron falta 3 pinchazos hasta poder encontrar la vena correctamente, y me pusieron unos monitores. Ahí estaba el corazón de mi peque, latiendo a tope.
Sobre las 19:00 horas me introdujeron el balón de cook, el método que usarían para comenzar la inducción (no me pusieron propes con hormonas). Fue molesto, pero soportable. Justo antes me hicieron una eco rápida para comprobar que el niño seguía en cefálica, y así era, y mi primer tacto para ver cómo estaba el cuello del útero. Para mi sorpresa estaba dilatada 1 cm, yo pensaba que no estaría nada.
Volví con mi balón puesto a la habitación y a las 19:30 me pusieron otra vez los monitores (se ponen antes y después de colocar el balón, me contaron). Mi sorpresa fue ver que solo media hora después de introducir el balón ya comenzaban las contracciones. Estas se reflejaban en la intensidad que marcaba el monitor, y también las sentía yo, aunque a estas horas aún eran leves, como un dolorcillo de regla que iba y venía.
Así pasé lo que quedaba de tarde, con esos dolorcillos ligeros, cené, leí algo y nos acostamos, “a ver si puedo dormir algo”, pensé. Pues no, no pude dormir nada. Sobre las 00:30 me tuve que levantar al baño y ahí ya sentía contracciones lo suficientemente molestas para impedirme dormir. Me dio una bastante chunga en el baño, y ahí supe que esa noche no iba a dormir nada. A la 1 desperté a mi marido y le dije que tenía contracciones muy seguidas. Estuvimos cronometrándolas y sí, eran cada ¡¡2 minutos!! No eran fortísimas, pero sí muy molestas, sobre todo porque daban muy seguidas. Dudamos si llamar a alguien por el botón, pero pensamos que no podían hacer nada, total, si estábamos ahí para eso. Le dije a mi marido que volviera a dormirse, no podía hacer nada y era una tontería que estuviéramos despiertos los dos. Además lo necesitaba despierto para el día siguiente. Me metí en la cama, a ver si podía descansar algo, pero era aún peor, así que pasé la noche andando por la habitación, apoyada en la cama y a ratos tumbada, sin lograr dormir, una fiesta, vamos.
A las 5 de la mañana llamé a la enfermera, estaba sangrando desde hacía algún rato, un moco viscoso, creí que era el tapón mucoso, y efectivamente, lo era, había empezado a expulsarlo. Le comenté lo de las contracciones cada 2 minutos y me dijo que era normal, que con el balón solía pasar. No me daban nada, eso era lo normal. A aguantar.
A las 8 de la mañana del día 30 vinieron a quitarme el balón. Me preguntaron si tenía contracciones y dije que sí, con cara de fastidio. La enfermera me dijo que eso era bueno, que para eso estábamos allí. Sí, pensé, pero podrían haber empezado algo después, que hubiese podido descansar.
A las 9:30 me trajeron el desayuno, que me comí sabiendo que era importante coger fuerzas, porque seguramente no comería mucho más a lo largo del día. No me equivoqué. No volví a comer en un montón de horas.
A las 10 me bajaron a paritorio. Fue toda una impresión ver el lugar donde, si no pasaba nada, nacería mi bebé, sería en esa sala, paritorio 3. Estaba muy bien equipado y había una pelota de pilates, por lo que no tuve que sacar la mía del coche.
Se presentó la matrona que me llevaría el parto (al menos hasta las 20 horas, que terminaba el turno), me pusieron monitores, y varios goteros. Como tenía diabetes gestacional llevaba un gotero con glucosa, otro con insulina y otro con ClK. Me hizo un tacto y estaba dilatada 3 cm, y había dinámica de contracciones en los monitores, así que la cosa pintaba bien. Me dijo que si quería me podía poner ya la epidural, pero yo lo veía muy pronto y preferí esperar un poco más. Me rompió la bolsa y noté salir el líquido amniótico, todo calentito. “Ahora sí que sí, no hay marcha atrás” pensé.
Pasé el rato sentada en la pelota, haciendo círculos con la cadera. Las contracciones empezaban a ser muy dolorosas y la matrona me volvió a proponer la epidural, que me la pusiera, que no pasaba nada, que no había necesidad de estar sufriendo. Finalmente, a las 13 horas, pedí que me la pusieran y en seguida llegó el anestesista. Yo había leído que ponerse la epidural no dolía, jolín pues a mi sí me dolió, fue muy desagradable, más de lo que yo me esperaba. Resulta que mi espacio donde se coloca el catéter es muy pequeño, y no conseguía meterlo. Notaba un dolor desagradable, que se unía al dolor de las contracciones y era horrible. Me agobié un montón pensando que no me la podrían poner y tendría que parir a pelo. El anestesista decidió cambiar de sitio y me volvió a pinchar en otra zona, le costó y me dolió, pero ahí sí que consiguió poner el catéter en su sitio “Vale, ya está ha entrado bien, en unos 10 minutos sentirás alivio”. Respiré aliviada, eso sí es verdad.
Pasé toda la tarde bastante bien, sin dolor. Lo peor era no poder comer (un momento tuve bastante hambre) y no poder salir de la cama, pero era mejor que el dolor de las contracciones.
Me hacían tactos regularmente para ver cómo iba la cosa. Pasé de 3 a 4, a 5 y a 6 cm a buen ritmo, pero ahí la cosa se estancó. En varias revisiones no conseguía avanzar de los 6 cm, y lo peor era que el bebé estaba muy alto, no se encajaba en la pelvis y eso influía en que la dilatación no avanzara. A partir de ese momento todo se volvió más confuso y desordenado. Como la cosa se había estancado, además de las matronas entraban ginecólogos cada rato para revisarme, y no eran siempre los mismos. Me hacían un tacto y cada uno daba una opinión diferente. Algunos decían que sí era posible un parto vaginal, solo hacía falta que el bebé bajara un poco más. Otros dudaban y no veían claro que pudiera encajarse. A estas alturas yo ya estaba bastante cansada y no tengo muy claro ni la hora ni el orden en el que ocurrió todo lo que siguió a continuación. Creo que sobre las 19 horas empezó a aparecer la idea de la cesárea. Seguía en 6 cm con el bebé en las alturas y me dijeron que me daban una hora para avanzar algo o se planteaba la cesárea. Al principio me jorobó mucho la idea de acabar en cesárea después de tantas horas. Pero intenté ir mentalizándome. Mientras, las matronas intentaban posturas para ayudar a que el bebé bajara. También empecé a pujar a ratos. Me pusieron de lado con un balón que llaman cacahuete entre las piernas, para ayudar a bajar al niño. Esto parecía funcionar, porque en la siguiente revisión el bebé había bajado y ya le veían los pelitos, como ellos me decían. Este pequeño avance hizo que se siguiera adelante con la dilatación. Pero estas posturas tuvieron un inconveniente, y es que la anestesia se me pasó del lado derecho, que tenía más levantado, y en ese lado notaba todas las contracciones. Y a estas alturas ya eran muy dolorosas. Lo peor vino cuando me empezó a doler la espalda, y no por las contracciones, sino de estar tantas horas tumbada. Creo que tuve una contractura en la espalda, que se me juntó con el dolor de las contracciones y hacía que no pudiera estar en la posición que me pedían, ni hacer los pujos que tenía que hacer. Fue sin duda el peor momento del parto, me dolía todo y en las revisiones seguían dándome tiempo. Ahora me dejaban esperando 2 horas más, para ver los progresos. Yo estaba ya muy cansada y pedí un refuerzo de la epidural. Notaba totalmente las contracciones. Vino el anestesista que me había pinchado esa mañana junto con otra y estuvieron poniéndome un hielo en las piernas, supongo que para comprobar la sensibilidad. “Señor anestesista, lo noto todo, déjese de hielos y póngame un chute, que ya no puedo más”, pensé, Finalmente me inyectó otro bolo de epidural, que me hizo sobrellevar otro rato de posturas y pujos.
En un momento entraron al paritorio como 7 u 8 ginecólogos. Impresiona mucho ver a tanto médico de golpe, pregunté si pasaba algo malo, me dijeron que no, que todo iba bien. Me hicieron tactos y cada uno opinaba si creía que podría ser parto vaginal o no. La mayoría pensaba que sí, aunque había algunas dudas. Y me dejaban esperando más tiempo. Ya no sé ni qué hora era, nos acercábamos a la media noche, creo. Yo ya estaba reventada, volvían las contracciones, seguía con el dolor de espalda y no los veía muy convencidos de que aquello no acabara en cesárea igualmente, después de pasar por tanto dolor y tanto cansancio. Aquí creo que fue cuando me rendí y les dije que casi que prefería una cesárea ya a seguir más tiempo así para acabar en cesárea igualmente dentro de unas horas. Me dijeron que no, y me animaron a que aguantara, que esto iba a ser parto vaginal, que no me rindiera. Así pasé no sé cuántas horas más, serían dos o tres, a mi me parecieron dos meses. Volvieron las matronas y seguimos con los pujos, iban lentos, pero parece que funcionaban para colocar al bebé. Se me volvió a pasar el efecto de la epidural y volví a pedir más, no podía más si no. Esta vez fue la propia matrona la que me trajo un bolo extra que me puso ella misma, yo creo que ni avisó al anestesista. Seguía pujando, las matronas me ayudaban, sujetándome las rodillas y animándome, probando varias posturas. Parecía que la cosa iba para adelante. El último chute de epidural hizo su efecto, me quitó el dolor de las contracciones y pude empujar con todas mis fuerzas. Tenía tantas ganas de que acabara todo que empujé como ni siquiera pensé que podría hacerlo, sacando más fuerza de la que tenía. El bebé iba bajando, pero no estaba bien colocado del todo. “Te lo está poniendo difícil hasta el final” me dijeron. También me dijeron que empujaba muy bien, y si estuviera con la cabecita bien colocada ya habría nacido.
Seguí empujando muchas veces, (o a mi me parecieron muchas, no las conté, no estaba yo para contar) hasta que en un momento quitaron la parte final de la cama y se pusieron unas batas desechables, parecía que el final se acercaba. Notaba mucha presión en la vagina, el bebé ya coronaba. Empujé con todas mis fuerzas unas cuantas veces más, hasta que una de las matronas me dijo que no lo hiciera, que parara de empujar. Ahí supe que se estaba terminando. Me asomé y vi (borroso, que iba sin gafas) la cabeza y el hombro de mi hijo ya fuera. “Coge a tu hijo” me dijo alguien y me llevó las manos hasta su cuerpecito y lo agarré para sacarlo y colocarlo sobre mi pecho. Lo noté tan calentito y tan pesado encima de mi, qué sensación más extraña. Creo que lloré mientras le decía “hola, mi pequeño”. El papá también lloró. Recuerdo que comprobamos que, efectivamente, era un niño, no había duda. Le pusieron un gorrito y le taparon con una manta, y nos quedamos así, haciendo piel con piel durante un rato. Yo ni siquiera le había visto la cara, por la postura que tenía, pero daba igual, solo le abrazaba y le besaba la cabecita, ya habría tiempo de vernos, lo importante era disfrutar de esos primeros momentos así pegados. Y así, a las 3:34 h del 31 de enero de 2024 venía al mundo mi pequeño, pesando 3,300 kg y midiendo 51 cm.
Fue un parto muy largo (17 horas y media) doloroso a ratos, empujando durante horas y muy cansado, pero sin complicaciones, y que acabó felizmente que es lo importante. Quería resaltar el trabajo de las matronas, creo que gracias a su saber hacer y su guía con las posturas y pujos (y mi esfuerzo, claro) pude acabar con parto vaginal. Mi hijo venia con el brazo por delante de la cara, por eso no encajaba bien la cabeza en el canal de parto y por eso fue todo más complicado.
Y ya termino diciendo que es curioso cómo se difumina todo tiempo después. En esos momentos, recuerdo pensar que me parecía todo horrible y que ni loca volvía yo a pasar por eso, pero el tiempo hace que ahora, sin haberlo olvidado, no me parezca tan malo, y tenga un recuerdo bonito de mi parto. Fue inducido, si, y medicado, pero me queda una sensación bonita, de haber estado arropada y bien guiada en todo momento.