Otro adelantado a su tiempo fue Agustín de Hipona
“La prostitución es una condición necesaria de moralidad; (…) si quitan la prostitución, el placer y la licencia corromperán a la sociedad”
Agustín de Hipona, en el "De Ordine" (II.IV,2) ya establecía respecto a la fornicación con prostitutas el estatus de mal menor y de necesidad social. Para San Agustin, los prostíbulos funcionaban como un seguro contra la corrupción de las costumbres y los desórdenes s***ales, del mismo modo que las cloacas y sentinas, aunque repletas de inmundicias, salvaguardaban la sanidad del resto de la ciudad: "cerrad los prostíbulos y la lujuria lo invadirá todo".
Igual que los siglos XVI y XVII eran el futuro
La justificación de la prostitucion pública
https://personal.us.es/alporu/histsevil ... cacion.htm
La organización del placer venal que estamos viendo en estas páginas, concretado en la Sevilla renacentista, no solamente fue asumida por los poderes civiles como un mal menor necesario, sino como un verdadero "servicio social", como una de las funciones básicas a las que había que atender en el colectivo urbano, y así es mantenido en los memoriales en defensa de las Mancebías tras el cierre de 1623.
La ciudad moderna acusa un elevado superávit masculino, un excedente peligroso de varones, jóvenes en su mayoría. Este desequilibrio viene motivado, fundamentalmente, por la emigración abrumadoramente masculina que va llenando la ciudad de jóvenes campesinos desheredados, atraídos por el brillo del dinero de la ciudad y por las mayores posibilidades laborales que artesanado, comercio y servicio doméstico prestan. Además Sevilla, puerta y puerto de Indias, aporta un interés añadido. Entre 1530 y 1590, la población de la ciudad se dupllicó. Bien a la espera de embarcar para las Indias, bien con la esperanza de alcanzar algunas migajas de las soñadas y fabulosas riquezas, miles de personas, en su inmensa mayoría varones, se asentaron en la ciudad, sobre todo en los barrios extramuros de la Macarena, Triana y San Bernardo.
Una vez en la urbe se ven atrapados en un celibato forzado por las estructuras laborales (1) y por la escasez de mujeres disponibles para el matrimonio. Nos encontramos con miles de hombres jóvenes sin posibilidad de alcanzar una vía lícita (léase matrimonio) para la satisfacción de las pulsiones de la carne. Aquí comienzan, entonces, su perturbadora acción las agrupaciones juveniles, las bandas callejeras que dan rienda suelta a su obligada continencia a través de raptos, violaciones, asaltos. Es sobre todo en los días de fiesta, cuando los trabajadores de las huertas circundantes se acercan a gastar sus jornales en el recinto urbano, cuando el peligro se hace más acechante para monjas, jóvenes, viudas y casadas cuyo marido se halle temporalmente ausente.
Las únicas soluciones
Son:
1. Devolver a todos los
inmigrantes ilegales a Valencia, Cuenca, Santander,...
2. Educación feminista
no tiene arreglo, que los pobres nacieron así
3. Encerrarles a todos y tirar la llave
que el rígido marco de la sexualidad de la época dejaba a los jóvenes no eran sino las violaciones, seducciones, burlas amorosas, adulterios y sodomía (o el placer solitario o retirarse a una cueva a disciplinar su cuerpo...) El espectáculo de las cantoneras, además, resulta ofensivo a la decencia pública. Se impone la racionalidad de la Mancebía, un servicio seguro, barato y discreto que reinstaura la seguridad de las calles, el honor de las doncellas y el pudor colectivo. Se produce así una gestión política de los placeres carnales, una distribución de tiempos y espacios, una disposición de los cuerpos y sus pulsiones en función del sostenimiento de una estructura de poder inmóvil y perfecta.
4. No, se legaliza la esclavitud s*xual de la mujer
Sin embargo, por su puntualidad efímera, la fornicación con mujeres de vida torpe no pone en peligro la fidelidad conyugal y sus posibles productos ilegítimos no perturbarán nunca la transmisión el nombre y la herencia, a diferencia de la infidelidad femenina o del amancebamiento. De hecho, ésta sería la principal argumentación esgrimida, desde épocas romanas, para la defensa de la regulación pública del meretricio. Escritores y moralistas de los siglos XVI y XVII fueron especialmente sensibles a la denuncia de las calamidades familiares, económicas y sociales derivadas del mantenimiento, por parte de los hijos de buenas familias, de amantes fijas.
De sus opiniones se desprende que para el sistema de alianzas resultaba mucho más amenazante la cortesana, la amante profesional, que la prostituta. De aquélla se derivaban pleitos matrimoniales y disputas patrimoniales, como consecuencia de los hijos ilegítimos sobrevenidos de la relación ilícita duradera. De la prostituta, en cambio, por la puntualidad de su frecuentación y por la habitual esterilidad que le atribuía la Medicina desde la Edad Media, no procede amenaza alguna para el orden familiar, siempre que fuesen guardadas ciertas precauciones por parte del legislador.
El estatus forzoso de la ramera, definido claramente por las ordenanzas, es el de la extraña, exterior al orden de la ciudad y al orden de las alianzas. No puede estar casada, para no incurrir en continua infidelidad conyugal y para no añadir una doble bastardía, una doble transgresión a los frutos ocasionales de su trabajo. Siguiendo un precedente legal heredado del Derecho Romano, no debe tener padre ni madre ni familia alguna en la ciudad en la que ejerce, pues de lo contrario la publicidad de su falta llevaría el deshonor y la perturbación al linaje al que perteneciese; el honor se basa en la visibilidad, y una manceba ajena al universo familiar de la ciudad no provocará nunca deshonor ni perturbación: no habrá padres expulsados del orden de la sociabilidad, ni hermanos que venguen con sangre la ofensa, ni pleitos por la transmisión de las herencias.
La prostituta no puede ser negra ni mulata, para evitar esa "conmixtio sanguinis" tan temida por la Medicina renacentista, esa confusión antinatural de las sangres en la que siempre vence la más impura: la fornicación con negra o mulata llevaría a las venas del cliente la sangre inferior de la mujer y lo degradaría en la escala de la honorabilidad...