Obviamente el primer castillo que visitamos fue el de Edimburgo, posiblemente el más conocido de todos, y que tenía ambientazo por el Military Tattoo (intenté coger entradas para verlo pero como fuimos el fin de semana de la inauguración no quedaba nada).
En el camino de Edimburgo a Berwick hay dos castillos más, Dirleton y Tantallon, pero con transporte público es muy complicado llegar, así que lo dejaremos para otra vez que podamos alquilar coche.
En Berwick dimos una vuelta por lo que queda de castillo, que es más bien poco, lo que sí se conserva es toda la muralla y hay un camino peatonal que la rodea.
Nuestra siguiente parada fue Bamburgh, que es el castillo que elegimos para visitar por dentro porque era la residencia real de los reyes de Northumbria, es el más grande, está fantásticamente conservado y para mi, es el más impresionante, no ya por el castillo en sí, que es enorme y tiene muchas cosas que visitar, sino por el entorno:
Aprovechamos para dar un paseo por la costa, desde la propia playa se ve a lo lejos el castillo de Lindisfarne, situado en la Holy Island, que es un emplazamiento rollo Mont-Saint-Michel que cuando sube la marea se convierte en isla y sólo puedes acceder cuando baja. Era otro de los sitios que teníamos apuntados, pero al depender la visita de la marea, se nos hacía la cosa logísticamente imposible. Una pena, porque es precioso:
En la bajada desde el autobús vimos el Dustanburgh Castle y el Warkworth Castle.
Y obviamente el castillo de Newcastle, aunque no es más que una fortaleza, es de origen romano.
Para amantes de los castillos pocas regiones hay con más castillos por metro cuadrado, es un sueño!
