Lo de Cuando Harry encontró a Sally no lo veo tan desencaminado, viendo que en Filmin consideran cine clásico a pelis como La locura del rey Jorge, que es del 94. Pero bueno, según mi criterio el cine clásico duraría hasta 1970, y de ahí en adelante serían clásicos contemporáneos.
! Debería abrirle tema, aunque ignoro si se pasaría alguien xD.
Estoy pensando en abrir un hilo sobre actores y actrices del cine clásico español. Sobre todo después de leer la biografía de Félix de Pomés. Si queréis abro hilo o los voy dejando por aquí.
En España existen algunos actores y actrices de nuestro cine más clásico que tienen la inmensa fortuna de ser recordados una semana sí y otra también gracias a programas de televisión donde son idolatrados, como puede ocurrir con Paco Martinez Soria, Lina Morgan, Concha Velasco o Carmen Sevilla en Cine de Barrio; o bien reciben el reconocimiento puntual y efímero (muchas veces tardío e incluso a título póstumo) de instituciones públicas como la Academia de cine, que ha reconocido con su Medalla de Oro a Rosa María Sardà, Sara Montiel, Fernando Fernán Gómez o Geraldine Chaplin; e incluso se les llega a recordar después de una ardua labor de estudiosos y simpatizantes que luchan contra viento y marea para volver a dar nombre a quienes en época de vacas flacas siguieron trabajando en producciones de exiguo presupuesto: por ejemplo el mes pasado llegó a nuestras famélicas (de buen cine) carteleras el documental Contra el tiempo, de José Manuel Serrano Cueto, donde se homenajeaba a secundarios españoles de cine de género de la década de los sesenta y los setenta.
Pero al lado de todos estos actores que, en mayor o menor medida, han disfrutado en algún momento de evocación y recuerdo, existe otro grupo relegado al más injusto de los olvidos. Este es el caso de Félix de Pomés, un nombre que no sonará a casi nadie pero que posee una de las trayectorias personales y artísticas más increíbles en toda la historia de nuestro cine. Y para muestra un botón: a lo largo de su vida fue jugador de fútbol profesional en el Futbol Club Barcelona y en el Real Club Deportivo Español; olímpico por España en la disciplina de esgrima en las Olimpiadas de París en 1920 y Amsterdam en 1928; crítico de cine en periódicos y revistas (El día Gráfico y Fígaro); abogado; dandy con mucho gusto por el lujo; experto en medicina y farmacia, pintor, retratista…y sobretodo actor y director (tanto de películas como de doblaje). Pocos artistas pueden incluir en su currículum el haber trabajado bajo las órdenes de auténticos monstruos del cine mundial como Robert Wiene (a quien debemos recordar por su maravilloso clásico mudo de 1919 El Gabinete del Doctor Caligari); Edgar Neville (uno de los más grandes realizadores de todos los tiempos, también igual o menos reconocido que quien nos ocupa); King Vidor (quien lo dirigió en Salomón y la Reina de Saba); Nicholas Ray (quien hizo lo propio en la fastuosa Rey de Reyes) o Stanley Kramer (en Orgullo y Pasión). Muy pocos pueden atesorar semejante bagaje, y eso que tan sólo hemos citado lo que es la punta del iceberg, porque a tan ilustre listado también podríamos añadir los nombres de otros cineastas con pedigrí como Fernando Fernán Gómez; John Farrow; Francisco Rovira Beleta; Josep María Forn; Rafael Gil; Mark Robson o José Antonio Nieves Conde.
Una vida y obra singulares que como podrán leer en las próximas lineas no tienen desperdicio alguno: Comencemos con algunos apuntes biográficos dignos de mención.
Félix de Pomés i Sler nació el 5 de febrero de 1893 en el seno de una familia aristocràtica de Barcelona (fue sobrino del Conde de Santa María de Pomés). Realizó sus estudios de bachillerado internado en los Escolapios de Sarrià con el fin de que estuviera aislado del ambiente bohemio que en aquella época era considerado pernicioso. Allí empezó a destacar en algunas disciplinas deportivas elitistas como eran la hípica o el tenis y en otras que no lo eran tanto como el ciclismo o el fútbol. Al acabar sus estudios nos encontramos con un Pomés atractivo, elegante, alegre, caballeroso y sobretodo con dinero; todo un dandy a quien le gustaba beberse la vida a borbotones. Una vez liberado del ambiente opresivo del internado, se inició en las tertulias de café rodeándose de artistas y comediantes, aunque en ningún momento abandonó la práctica deportiva. Así pudo fichar en 1914 por el Español, habiendo jugado anteriormente en un corto espacio de tiempo en el otro club grande de la capital, el Barcelona. En realidad fue uno de los jugadores que en más ocasiones vistió ambas camisetas, aunque él siempre se declaró españolista de corazón. En su periplo en las filas blanquiazules se le recuerda sobretodo por haber formado parte del mítico equipo que en 1915 quedó subcampeón de España al perder en la final contra el Athletic de Bilbao por 5 a 0. El primer gol del partido fue materializado por el mítico “Pichichi” previa acción punible dentro del area de nuestro actor homenajeado. Una vez abandonada la práctica balompédica, sus gustos deportivos derivaron hacia el arte de la esgrima, conviertiéndose en un espadachín remarcable que ganó un campeonato de Catalunya y un diploma en los Juegos Olímpicos de París y Amsterdam en los que participó ya cumplida la treintena. Esta destreza con el florete le llevó también a batirse en duelo en contadas ocasiones, práctica muy de moda en la época entre los de su clase social, e incluso llegó a ejercer de asesor de algunos contendientes antes de enfrentarse a vida o muerte.
Pasados los años, Pomés empezó a moverse activamente por los estudios de cine que iban surgiendo en Barcelona. Esporadicamente se trasladó a Alemania donde entró en contacto con el pujante movimiento expresionista alemán, destacando su participación en la cinta dirigida por Robert Wiene Die Grobe abenteuerin (El amante aventurero, 1928). Otros títulos de esta época germana fueron Der Henker (El verdugo, 1928); Der Geheime Kurier (El correo secreto, 1928) y Hochverrat (Alta traición, 1929). Recién entrada la década de los años treinta. Pomés forma parte de la segunda expedición de actores que desembarcaban en Hollywood para interpretar las denominadas “spanish versions”, copias en español de las producciones cinematográficas de la meca del cine. De la mando de un tal Mr. Stone, representante de la todopoderosa Fox que llegó a España en busca de nuevos valores que pudieran interpretar en español una serie de films norteamericanos, firmó un contrato de seis meses durante los que participó en siete películas, muchas de ellas dirigidas por Adelqui Migliar y acompañado de otra actriz española de efímera carrera artística, la bilbaina Carmen Larrabeiti. De esta época vale la pena destacar Doña mentiras (1930), versión del film The lady lies, que llevaron a la pantalla en 1929 Walter Huston y Claudette Colbert sobre los problemas que tiene un viudo con sus hijos cuando conoce a una joven dependienta; Toda una vida (1930), adaptación de Sarah and son, interpretada por Fredric March; Sombras del circo (1931), “spanish versión” de la película protagonizada por Jean Arthur Halfway to heaven (1929) y Cuerpo y alma (1931), traslación del film de mismo título (Body and Soul) que había significado uno de los primeres papeles remarcables de Humprey Bogart en el cine. En 1932 da por finalizado su periplo transatlántico y vuelve a España, y más concretamente a Barcelona, donde empieza a trabajar para Orphea Studios, los primeros estudios de cine sonoro que se fundaron en nuestro país. Allí, compaginará su labor como actor con una nueva faceta en la que se convertirá en pionero, la de director de doblaje en los estudios T.R.E.C.E, pasando a la historia de nuestro cine como el encargado de dirigir la primera película que se dobló en España, la alemana Rasputín. Entre sus trabajos más destacados como intérprete para este estudio señalaremos Pax (1932), de Francisco Elías, cineasta que tres años antes había filmado la primera película sonora en España, titulada El misterio de la Puerta del Sol. Del rodaje de este film de sonoridad y diálogos neutralizados por un fuerte ruído de fondo y en el que se incluían imágenes documentales de la proclamación de la República Española ha trascendido que las jornadas de trabajo llegaron a alcanzar las treinta y seis horas sin pausa, por lo que podemos afirmar que ser actor en esa época no era precisamente ninguna bicoca. También vale la pena citar Alala (1934), de Adolf Trotz, director alemán que probó suerte en nuestro cine antes del inicio de la Guerra Civil, y que precisamente había dirigido en Alemania la ya citada Rasputín. El estallido del conflicto bélico le pilla en mitad del rodaje de Nuevos ideales, de Salvador de Alberich, donde daba vida a un rico industrial cuya hija es pretendida por un ingeniero de origen humilde. Un año después, daría vida a un obrero en paro (lo que no deja de ser toda una curiosidad sabida cuenta de su noble origen) en Aurora de esperanza (1937), una película impulsada por la CNT (en los títulos de crédito aparecían en primer lugar los camaradas técnicos antes que los actores), que se ha llegado a considerar precursora del neorealismo italiano de posguerra. A diferencia de otros actores y actrices, que o bien murieron en la contienda o se vieron obligados al exilio, y en parte gracias a pertenecer a una familia de alto linaje, no tiene problema en pasar a protagonizar un reguero de películas de espíritu franquista donde la épica nacional cobraba especial trascendencia. El deber (1939); La patria chica (1943) o Santander, la ciudad en llamas (1944) son claros ejemplos de este tipo de cine.
Y entonces llegó la obra magna de su extensa filmografía, la sublime La Torre de los siete jorobados (1944), de Edgar Neville, una atípica combinación de intriga policial, cine fantástico y costumbrismo castizo. Se trata de una adaptación de la novela homónima de Emilio Carrere en la que Pomés bordó el personaje de Don Robinson de Mantua, un afamado arqueólogo fallecido, que se le aparece en forma de espectro al protagonista para pedirle que proteja a su sobrina (a quien da vida Isabel de Pomés, hija del actor). Este fantasma de aspecto terrorífico aunque de corazón bondadoso, ha sido considerado por los estudiosos de nuestro cine como prototipo de la imaginería española del género fantástico, creándose en estos últimos años una corriente de admiración y respeto que le ha llevado incluso a recibir el aplauso y el seguimiento del público japonés, donde se ha convertido en un auténtico ídolo. Tras esta auténtica delicia de visión recomendada (hace tan sólo un par de años Versus sacó una espectacular edición en DVD del film con numerosos extras y un libreto explicativo), Félix de Pomés engarzó una serie de trabajos donde se mezclaban de forma inaudita auténticas obras maestras junto a otros trabajos menores adjuntos al régimen dominante donde primaba la temática religiosa o confesional. Del primer grupo vale la pena recordar Vida en sombras (1948), de Lorenzo Llobet Gracia (un film de culto que pudó verse restaurado en la pasada edición del Festival Internacional de Cinema Fantàstic de Sitges 2012); o la más postrera La vida alrdedor (1958), de Fernando Fernán Gómez, donde interpretaba al padre de la protagonista, una jovencísima Analia Gadé.
En cuanto al segundo, participó en producciones tan sonrojantes como Murió hace quince años (1954), una de las películas más apologéticas del franquismo protagonizada por Paco Rabal, Marta (1955), película que tenía que haberse llamado Los diez mandamientos (toda una declaración de intenciones), o la más deportiva Once pares de botas (1954), de Francisco Rovira Beleta, donde rememoró sus tiempos de futbolista y compartió cartel con ases del balón como Antonio Ramallets, Alfredo Di Stéfano, Campanal, Zarra o Gaínza. No nos resistimos a dejar de citar un título de esta época que merecería un artículo aparte por el reguero de anécdotas que atesora. Nos referimos a la coproducción hispano-italiana Tirma (1954), uno de los rodajes más importantes de los realizados en las Islas Canarias, que le unió ni más ni menos con actores de la talla de Marcello Mastroianni.
Pomés también conoció el éxito en una última etapa en la que apareció en unas cuantas superproducciones hollywoodienses localizadas en distintos paisajes españoles: Orgullo y pasión (1957), con Cary Grant y Frank Sinatra, interpretando a un obispo; Salomón y la reina de Saba (1959), de King Vidor, en la piel de un general egipcio; Rey de Reyes (1961), producción de Samuel Bronston donde daba vida a José de Arimatea; y Mando perdido (1966), donde daba la réplica a estrellones como Anthony Quinn, Alain Delon y George Segal. Su último trabajo en cine fue a los setenta y cuatro años en Una historia de amor, de Jorge Grau.
Desde luego, no me negarán que Félix de Pomés no merecería un estudio mucho más profundo de su vida y obra, un periplo tan diferente como especial. Sirvan estas lineas para insuflar un poco de vida a quien siempre será recordado por haber dado vida a Don Robinson de Mantua, el aparecido más famoso del cine español.