Luego si eso edito el berrinche.
Es que hay una cosa que detesto de los perros. Bueno, de los perros y de los bichos pelúos en general. Y es que cuando te toca despedirte de ellos porque les toca "marcharse", no puedes coger en esos últimos instantes, mirarles a los ojos y decirles "Eh, TÚ, peazo capullo, que sepas que te quiero más que a mi puñetera vida y que te voy a echar muchísimo de menos. Gracias por todo". Bueno, a ver, en realidad sí puedes y es que, de hecho, debes hacerlo. Mi problema viene con la cosilla esa de que no te entienden. Que tú estás ahí, en un momento complicado, el veterinario dando por saco que si ahora saco esto y ahora lo otro, tú aguantando la mocarrera... y entonces pues le sueltas tu discurso como buenamente puedes, porque no quieres ponerte a llorar ahí a moco tendido en medio de la consulta, y el bicho como mucho te mueve la cola y ya está. Imaginamos que se da por enterado de nuestro "speech". Entonces, se va. Se va para siempre. Y tú te quedas ahí, plantada, con un nudo que podría quemarte la garganta y piensas si verdaderamente lo sabría. Eso de que lo querías más que a tu puñetera vida.
Pasan los días. El bicho pelúo ya no está, pero sus cosas sí. Te rompes cuando las ves, porque no has sido todavía capaz de guardarlas en una caja; o tal vez sí has reunido el coraje, pero has guardado la caja justo en el cajón de un armario donde nunca sueles meter la mano, lo que pasa es que uissss, ahí guardé el frenadol y ahora parece que refresca, voy a coger un sobrecito... y claro, ahí ya sí te topas con ellas. El caso es que te rompes. Del mismo modo que te rompes un poquito cada día cuando ves que nadie te espera tras la puerta o que nadie se acurruca junto a ti en el sofá. Lo que pasa es que esos "detalles" los sobrellevas. Lo malo, lo verdaderamente malo... es encontrarte sus cosas. Es verlas. Porque te recuerdan que ya no está ahí. Que es verdad, que no es una broma. Y tú, que eres un poco dramas, vuelves a preguntarte si realmente se enteró de que lo querías más que a tu vida y que le agradecías su existencia, el estar contigo, el ser parte de tu felicidad.
Sinceramente, imagino y supongo que la respuesta es no, sin necesidad de ningún estudio de la Universidad de Boston. De hecho, es que imagino y supongo que los bichos pelúos no se paran a medir el amor como tratamos de hacer los seres humanos. Que quieren a su manera y ya está. Sin embargo, a mí me habría encantado que ese bicho pelúo que se fue hace un mes y tres días supiera que lo quería más que a mi puñetera vida y que me ahogo un poquito cuando veo su caseta, que algún día, tal vez, me atreva a desmontar. No pudo ser posible que lo supiera porque, bueno, ya sabéis, la comunicación entre especies es un poquitín complicada y en ocasiones, me da tremendísima pena pensar que puede que se fuera sin la certeza de que alguien aquí lo quería. De verdad de la buena, de esa que duele entre las costillas.
Porque no sé si las caricias o las latas de comida húmeda para perros del Lidl son suficientes. Porque creo que cuando los hechos y las palabras se complementan, el amor cobra fuerza y yo sólo pude darle hechos.
Hoy estoy pochita y blandita, porque en febrero perdí a otra perrica por un motivo similar y cuando aún no me había ni dado cuenta de que se había marchado, perdí a un familiar (si te parece feísimo que ponga al mismo nivel a una persona y a un perro, vete al twitter a dar por culo y no me lo des a mí, hazme el favor; o lo escribes en tu diario, ¿vale?) y luego, a los meses, me dicen que el otro perro tiene cáncer y que el otro tiene insuficiencia renal y mira, yo qué sé, era como pum, pum y pum y yo ya no sabía ni por dónde me daba el aire. Y entonces este, mi súper-ultra-crush-perruno, se puso to pocho y no se podía mover y se fue y es que en todo este caos que es mi vida, era de lo poquito que me alegraba. Ahora los días son más feíllos y hombre, pos no me hacía falta.
Estoy mu perdía en la vida y era de lo poquitico que me alegraba y ya no está y hoy estoy to pocha. Porque es que todas las noches me acuerdo de él, y de mi abuela (no la Juancha, esa sigue ahí dando guerra) y de la otra y... jo. Es que no sé qué tiene la noche que te acuerdas de todo dios, joder, y he decidido reprimir estas dos o tres últimas la penica porque no puede ser acostarse siempre llorando como una magdalena. Y claro, hoy pos pum, me he convertido en chocapic. Encima no me entiende ni cristo, porque entre que son chuchos y la relación con mi abuela era un poco psicodélica, es como "Qué te pasa, estás loca" y no puedo hablarlo con nadie y aquí estoy. Cómo no.
En fin, Serafín, que estoy por pedir cita en el registro y cambiarme el nombre a Angustias.
Y ya que me pongo, pos aprovecho: sé que tengo varios mensajes privaos sin responder y que soy un desastre. Lo digo públicamente no por ir de popu, que sería gracioso, sino porque me da cosica postear y no responder los privados. En cuanto me centre la existencia y me organice bien el tiempo, que voy un poco lolailo con las horas, voy respondiendo. Gracias y siento ser tan desastre. Con los whatsapps soy aún peor