En EEUU, hasta ahora el máximo ejemplo del neoliberalismo sanitario, en donde sin dinero para costearse un seguro médico privado los más desfavorecidos se enfrentan a una muerte segura en cuando su salud se deteriora de manera grave, la actual pandemia puso en evidencia esta cruel realidad. Es por ello que incluso un presidente como Donald Trump decidió dar acceso gratuito (pagado con fondos federales) a las vacunas a toda la población, subvirtiendo de hecho el sacrosanto dogma neoliberal, con la aquiescencia de todo un partido (el Republicano) que ha hecho de la privatización sanitaria uno de sus principios fundamentales.
Aun así, bastantes decenas de millones de estadounidenses de la ideología más ultraconservadora y anticientífica se niegan a día de hoy a recibir las “malvadas” vacunas conformando un ecosistema virgen en donde el coronavirus campa a sus anchas, puesto que muchos de estos intolerantes analfabetos científicos suponen la mayoría de la población en muchos estados del denominado “Cinturón de la Biblia” estadounidense.
Y este suicida comportamiento, tanto desde el punto de vista individual como colectivo, está teniendo sus consecuencias: en diversos estados, generalmente los “rojos” (aquellos que votan masivamente por el Partido Republicano) las tasas de vacunación siguen manteniendose muy bajas y la aparición de nuevas variantes virales más contagiosas está volviendo a llenar los hospitales con pacientes de COVID-19, casi como en aquel aciago año de 2020 en donde no existían vacunas disponibles.
Y mientras en el pasado no hubo ningún dilema ético-profesional ya que se atendió a los pacientes por orden de gravedad, pasando los enfermos de COVID-19 por delante de otros enfermos como los oncológicos, graves también, pero en situación de poder esperar unas semanas o meses para poder ser tratados, ahora la situación es bastante diferente cuando se tienen en cuenta todos los factores. Actualmente los no vacunados siguen ingresando en situaciones muy graves por la COVID-19, pero son individuos que eligieron libremente no vacunarse aceptando (aunque sea de manera implícita) el riesgo de su negligente y peligrosa decisión. Mientras tanto los pacientes de otras enfermedades graves vuelven a ver en Tejas, Florida y demás graneros del voto republicano como vuelven a ser colocados en la cola de la atención médica. Y es por ello que el Dr. William F. Parker de la “Pritzker School of Medicine” de la Universidad de Chicago ha escrito un reciente editorial en la revista “Annals of the American Thoracic Society” exponiendo esta nueva e injusta situación:
Daniel Wilkinson, un veterano de 46 años que sobrevivió a dos despliegues en Afganistán, murió de una muerte evitable durante la ola Delta [del coronavirus] del verano en Texas. Pero a diferencia de miles de sus compañeros tejanos, Wilkinson estaba completamente vacunado y no murió de neumonía por la COVID-19. En cambio, «un cálculo biliar lo eliminó» cuando entró en insuficiencia orgánica multisistémica provocada por una pancreatitis esperando que un hospital pudiera tratarlo. Wilkinson y muchos otros obligados a aplazar su atención médica fueron víctimas de la [variante] Delta [del coronavirus]. Cuando la pandemia obliga a los hospitales a cambiar los estándares de atención convencionales a los de contingencia, deben retrasar procedimientos médicamente necesarios y urgentes para los adultos vacunados con [otras] enfermedades graves. Estos retrasos son directamente perjudiciales; estos pacientes vacunados son directamente perjudicados cuando los hospitales utilizan todos sus recursos para atender a los muchos pacientes con COVID-19 no vacunados. Por ejemplo, retrasar la cirugía de cáncer de mama en tan solo cuatro semanas aumenta el riesgo relativo de muerte por la enfermedad en un 8%.
Y en este contexto el propio Dr. Parker deja una pregunta de difícil respuesta, pero que no puede dejar indiferente a nadie:
¿Deberían pagar los pacientes vacunados un precio por la negativa de los no vacunados a aceptar una terapia de libre acceso que salva vidas?
Porque la “libertad” personal sin responsabilidad se convierte en privilegio y como en el caso que nos ocupa hasta criminal.