Aquelarre con muertos ajenos
Ferran Monegal
25/11/2011
El espectáculo que nos han proporcionado esta semana en "Más allá de la vida" (T-5), con la presencia de Ana Obregón navegando por ultratumba a través de la médium Anne Germain y los virtuosos servicios de traducción del acreditado políglota Jordi González, significa un paso más, un plus, un planteamiento novedoso, en la dinámica de este aquelarre.
Lo habitual hasta ahora, por parte de las criaturas que se han prestado en este necrófilo circo, era contactar con sus muertos, los muertos de su familia. Ana Obregón, en cambio, ha basado su actuación removiendo el espíritu del fallecido baloncestista Fernando Martín. Incentivada por la médium, la Obregón actuaba como si fuera su desconsolada viuda.
Incluso en ese inquietante y fantasmagórico viaje, la británica hablaba de la existencia de un niño. Decía: «Ana, te da las gracias por el chaval, te da las gracias por el niño /../ Dice que el muchacho se parece a él pero que no salta 'tan rápido como yo'/../ Dice, 'Estoy dándole a nuestro niño una colonia... El niño no es tan resuelto ni tan testarudo como yo... Lo único que necesita es que seas muy madre... Nuestro chico... Podemos estar muy orgullosos de este chico'».
Y preguntada luego Ana por el inquietante misterio que significa este niño, respondió: «Esto ha sido muy fuerte, muy fuerte. No puedo hablar. Lo entiendo. Sé a lo que se refiere. Para mí tiene sentido».
Hombre, llegados a este punto de delirio, cabe preguntarse cómo le habrá quedado el cuerpo a la auténtica familia de Fernando Martín. Cómo le habrá quedado el cuerpo a su hijo, el también baloncestista del Maccabi Ashod de Israel Jan Martín, y a su madre, la alemana Petra Sonneborn.
Ese papel que ha jugado la Obregón, dando la impresión de ser la viuda de Fernando Martín sin haberlo sido nunca, y jugando con el espectro de un niño («Nuestro chico... Podemos estar muy orgullosos...»), transforma la nigromancia en un aquelarre invasivo.
Siempre ha defendido que cada uno es libre de estrujar a sus muertos como quiera. Puede resultar -siempre resulta así en este circense Más allá de la vida- un ejercicio patético y muchas veces risible. Pero allá ellos. Son sus muertos.
En el caso de la Obregón, en cambio, se explota, se usa, un muerto ajeno. Un muerto del que ella no es familia. Ni viuda. Ni siquiera apelando al verso de Rafael de León («Yo soy quien más t'ha querío. Con eso tengo bastante»), ni siquiera usando la poética, se justifica.
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