Para Isabel Pantoja, el sexo solo era el diez por ciento de la relación
Pilar Eyre
Isabel y Francisco. La Pantoja y Paquirri. Cuando se vieron por primera vez, fue el choque de dos meteoritos, la bomba de neutrones. Fue en la habitación número 123 del hotel Jerez, los presentó el fotorreportero Manolo Gallardo en 1980. “Cuando la vi se me quitó el ‘sentío”, dijo él, y ella: “Se me paró el corazón”. Y es que se reconocieron como almas gemelas, porque ambos eran supervivientes de una existencia sin infancia: Isabel empezó a cantar a los siete años y a Paquirri niño, el día que no toreaba, su padre le pegaba una paliza, según nos contó un pariente suyo en ‘La máquina de la verdad’ que le dedicamos en 2007, tan fuerte que hoy no podría emitirse. Los dos eran de familias muy humildes que depositaron sus esperanzas en esos dos vástagos para que, cada uno en lo suyo, fueran los mejores.
Una boda que no gustó a los Rivera
Paco se había casado con Carmen Ordóñez, que aunaba cualidades irresistibles: mujer casi adolescente, la más guapa de España, simpática, buena y, lo más importante para Paquirri, hija de Antonio Ordóñez, leyenda entre los toreros. “No tengo muchas necesidades s***ales, pero sí afectivas”, le confesó Paco a esta periodista años después. La boda, a pesar de lo que se dice ahora, no gustó a la familia de Paquirri, que temía que esa mujer educada en los mejores colegios, que hablaba idiomas y sabía utilizar los cubiertos de pescado, apartara a Paquirri de los suyos. Y el suegro dijo el mismo día de su casamiento: “¡Voy a ir a tu divorcio con más alegría que a tu boda!”, aunque el verdadero motivo de la separación, cinco años después, no lo conoce nadie.
Alumna aventajada, por delante de la Jurado y la Piquer
Isabel, por su parte, había luchado como una bestia para estar donde estaba. A los 7 años ya cantaba en las juergas de señoritos, a los 13 con su primo Chiquetete en Mallorca y en Castilleja de la Cuesta, en el tablao de Baldomero Negrón (El Embrujo), donde la vio el maestro Solano, que le dijo a su madre: “Voy a dejar a mis alumnas Rocío Jurado y Concha Márquez Piquer para pulir este diamante en bruto que es su hija”.
La muerte de su padre y el acoso de un empresario
Muerto el padre, se quedaron con una mano delante y otra detrás y se fueron a Madrid. Daba clases y actuaba en el Corral de la Morería: “Pilar, a veces iba tan cansada que me quedaba dormidita en el Corral y me despertaba con la algarabía de las palmas…”. Como muchas, tuvo que hacer frente al acoso de un empresario, casado, que la puso en la calle cuando no quiso ceder a sus requerimientos…
La Pantoja y el sexo
Mantuvo noviazgos inocentes: con uno de los Gemelos del Sur, Emilio Mateos; con Máximo Valverde; con De Raymond, el “facha” oficial de aquellos años... Pero cuando conoció a Francisco Rivera era tan virgen como el día que nació: “El sexo para mí es solo un diez por ciento de la relación. No tiene tanta importancia”.
Tirando siempre del carro de su familia
Solo con su esfuerzo dio estudios a sus hermanos, se compró un pisazo de 17 millones de pesetas en la calle Ramón de Carranza de Sevilla y, cuando la conocí, tenía dos coches impresionantes –un Mercedes 220 y un Porsche último modelo–, cinco millones de pesetas y una pequeña fortuna en joyas, que la enloquecían.
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