Nidea escribió: 23 Oct 2018, 13:36
Pues sí
Yo en algún sitio leí que Letizia se había aficionado a la caza (¿en el libro del primo traidor?), pero no me pega mucho.
No, es lo que dice [mention]haemalea[/mention] , lo dijo Pilar Eyre.
En el libro del primo traidor la única vez que habla de caza (que yo recuerde) es en la parte en la que habla de los amigos del entonces príncipe, los pone a casi todos a caer de un burro de pijos fuera de la realidad, los llama los oligarquitas, y dice que despreciaban a Letizia casi todos, (y especifica que el compiyogui y su mujer no, que siempre fueron amables con ella, aunque él es una hez de persona igualmente, esto lo digo yo, no el primo), cuenta como el primo este hijo de Pilar de Borbón (Coco) se va a cazar lobos a Ucrania, además es que el fragmento es buenísimo (el primo traidor es un cerdo traidor pero la verdad es que escribe con mucha gracia, hay que reconocérselo).
Aquí el fragmento en el que habla de Coco
Pero quien se lleva la palma, de todos, es el famoso Coco Gómez Acebo, sobrino del rey. Es un tío esmirriado y enfermizo a causa de un tabaquismo que ya le ha obligado a varias operaciones de pulmón, y absolutamente vacuo.
A Coco se le conoce por sus hazañas. Son múltiples y enormemente heroicas. La última por mí conocida data de marzo de 2011. Coco aparcó su coche en el carril bus, cercanías del Jardín Botánico madrileño, para asistir a una fiesta de Loewe con su esposa, Mónica Martín Luque. Nuestro héroe, para evitar la multa, colocó en el parabrisas un cartelón: «Prioridad Oficial: Casa de su Majestad el Rey». Tristemente para la imagen de nuestra monarquía, un fotógrafo de prensa del corazón andaba por allí. Quizá casualidad, quizá no. Fotografió el cartelón oficial y aguardó a que la pareja saliera. Cuando el paparazzo intentó abordar a Coco, este se limitó a sacarle la lengua. Un gesto que refrenda la madurez de nuestros Grandes de España. Fueron necesarias varias disculpas públicas, incluida la de la Casa Real, pero Coco no cejó en su empeño por dar la nota.
En otra ocasión, su mastín defecó en el aeropuerto de Barajas, y le pidieron a Coco que recogiera los excrementos. Por supuesto, se negó. Y con palabras dignas de su muy alta alcurnia, pronunció una frase que, no a fuerza de repetirla, deja de ser mítica: «No sabe usted con quién está hablando».
Y se cuenta, también, que simuló su separación y posterior reconciliación con Mónica para vender las exclusivas. Yo qué sé.
Pero, sin duda, este chico gana puntos en las distancias cortas.
Pero, sin duda, este chico gana puntos en las distancias cortas. Recuerdo una fiesta en la casa de Felipe. Poco después del anuncio del compromiso. En aquella época, nos llamaban muy a menudo con la intención, sospecho, de integrarnos en sociedad. De desbravarnos. Me da la impresión de que, antes de aquellas reuniones, Felipe aleccionaba a sus amigos para que nos dieran conversación. Y que los obligaba a estudiar una breve ficha de cada uno de nosotros. Porque, de repente, se te acercaba un tío al que no conocías de nada y te preguntaba muy sonriente y feliz y dándote la mano:
—¿Tú eres David?
—Pues sí.
—Abogado, ¿verdad?
—Sí.
—Coño, entonces a lo mejor conoces a Fulanito de Tal, que es muy buen amigo mío y bla, bla, bla.
Aquella noche, se conoce que le había tocado a Coco Gómez Acebo la misión de civilizamos. Nos contaba sus aventuras a Letizia, Telma, Érika, Antonio Vigo, Patricia… Las conversaciones de los oligarquitas siempre eran iguales. Siempre estaban preparando unas nuevas vacaciones a lugares remotos. Y, cuando regresaban de sus remotas vacaciones, empezaban a hablar de que necesitaban pasar unos días en tal o cual sitio para relajarse. Entre vacaciones y pasar unos días, se consumía la vida de estos hacendosos jóvenes que se acercaban, agotados, a los cuarenta.
Letizia escuchaba a Coco con su cara de telediario, fingiendo atención. Telma, que es la más frívola, soltaba risitas y estaba encantada. Érika y Antonio Vigo no daban crédito, pero fingían que sí. Y Patricia y yo procurábamos
mantener una afabilidad distante, aunque teníamos que disimular los bostezos.
—Pues la semana que viene, me marcho a Ucrania. ¿Sabéis? —nos explicaba Coco—, me voy a cazar lobos allí unos días.
Yo ni siquiera sabía que se podían cazar lobos en ningún sitio. Ni que nadie tuviera intención de matar un lobo por placer en ningún lugar del mundo. Pero ya me había acostumbrado a escuchar excentricidades de parecido cariz en el entorno real.
—Sí, sí. Hay un hotelito por allí… Yo he estado bastantes veces antes. Oye —se inclinó hacia nosotros—. ¿Por qué no os venís? Podemos pasar unos días divertidísimos. ¡Venga! ¡Veniros, coño!
Aquella llamada desde los Mundos de Yupi nos dejó a todos estupefactos. Allí todos éramos trabajadores. Telma no tenía ni coche. Érika y Antonio sobrevivían malamente.