Quería poner 4 cosas completas de este libro para no poner el Quijote entero pero no las encuentro y veo más cosas interesantes
vamos que recomiendo leerlo aunque sea del 91 porque sigue estando de actualidad al responder a cosas que aún arrastramos
Empieza hablando de los feministas 70s y los reaccionarios 80s con supuestos estudios donde "demuestran" que las mujeres liberadas son más infelices, que se les pasa el arroz, que hay una epidemia de infertilidad (femenina por supuesto) que las más felices son las casadas y madres que abandonan el trabajo, como se nos vende ese modelo de mujer desde el cine y la televisión, como se forman los grupos anti aborto que consiguen pasar a ser llamados pro vida gracias a la neolengua orwelliana
tdlr que no es verdad, que lo que sí se probó es que son los hombres los que más interesados están en casarse pero aún hay que aclararlo como el twitt de arriba, que son los más felices en el matrimonio e infelices en el divorcio, que las mujeres que trabajan son más felices, que las madres siguen trabajando porque quieren o porque no les queda otra, y las que lo hacen son más felices o se sienten más realizadas (en general) que las que abandonan el trabajo para cuidar de los hijos, que no hay tal epidemia de infertilidad, que los hombres también tienen problemas que nadie trata, que las historias misóginas son planificadas no reflejo de la sociedad igual que censuradas las feministas (feminista que ni siquiera tiene porque ser propaganda política, simplemente mostrar a personajes femeninos no sometidos)
Backlash: The Undeclared War Against American Women - Susan Faludi
En 1984, los demógrafos sobre estadísticas de divorcio en el Instituto de Investigación Social revisaron tres décadas de datos nacionales sobre la salud mental de los hombres, y concluyeron rotundamente, en un informe que recibió poca atención, lo siguiente: "Los hombres sufren más por divorcio que las mujeres". No importaba dónde miraran el espectro mental, los hombres divorciados estaban peor, desde depresiones a diversos trastornos psicológicos hasta crisis nerviosas, desde admisiones a centros psiquiátricos hasta intentos de suicidio.
Desde el principio, los hombres están menos ansiosos por desatar el nudo que las mujeres: en las encuestas nacionales, menos de un tercio de los hombres divorciados dicen que eran el cónyuge que quería el divorcio, mientras que las mujeres informan que eran las que buscaban el divorcio en forma activa del 55 al 66 por ciento del tiempo. Los hombres también están más devastados que las mujeres por la ruptura, y el tiempo no cura el dolor ni cierra la brecha. Una encuesta realizada en 1982 a personas divorciadas un año después de la ruptura encontró que el 60 por ciento de las mujeres eran más felices, en comparación con solo la mitad de los hombres; la mayoría de las mujeres dijeron que tenían más autoestima, mientras que solo una minoría de los hombres se sentía así. El estudio más grande de la nación sobre los efectos a largo plazo del divorcio encontró que cinco años después del divorcio, dos tercios de las mujeres estaban más felices con sus vidas; Solo el 50 por ciento de los hombres lo eran.
A los diez años, los hombres que decían que su calidad de vida no era mejor o peor habían aumentado de una mitad a dos tercios. Mientras que el 80 por ciento de las mujeres diez años después del divorcio dijeron que fue la decisión correcta, solo el 50 por ciento de los ex esposos estuvo de acuerdo. "De hecho, cuando se escuchan tales lamentos [sobre el divorcio], provienen principalmente de hombres mayores", observó la directora del estudio, Judith Wallerstein. No obstante, en su muy publicitado libro de 1989, Second Chances: Men, Women and Children a Decade After Divorce (Un decenio después del divorcio), aclamado por grupos de la Nueva Derecha como The Family in America y presentado rápidamente en la portada de la revista New York Times, Wallerstein elige centrarse en cambio en su creencia de que los niños están en peor situación cuando sus padres se divorcian. ¿Su evidencia? Ella no tiene ninguna: como Weitzman, no tenía datos comparativos.