Y dejo en primer lugar un fragmento de El cuento de la Criada, que lo acabé la semana pasada:
-Margaret AtwoodTendréis que perdonarme. Soy una refugiada del pasado y, como otros refugiados, sigo las costumbres y hábitos que abandoné o que fui obligada a abandonar, y todo esto parece muy pintoresco, y yo soy muy obsesiva con respecto a ello. Como un ruso blanco tomando el té en París, aislado en el siglo veinte, retrocedo intentando recuperar aquellos senderos distantes; me vuelvo demasiado sensiblera, me pierdo. Me lamento. Lamentarse es lo que es, no es llorar. Me siento en esta silla y rezumo, como una esponja.
Entonces. Más espera. La dulce espera: así solían llamarle las tiendas en las que podías comprar ropa de maternidad. Espera a secas parece más apropiado a alguien que está en una estación de tren. La espera también es un lugar: es donde se espera. Para mí, lo es esta habitación. Yo soy un espacio entre paréntesis. Entre otras personas.