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por Casiopea
Condemora
Yo tampoco sé que leer, porque precisamente un libro que me llamaba sobre el tema me lo acabé el mes pasado.
Por si a alguna le llama la atención és Rialto 11, Naufrágio y pécios de una libreria, de Blén Rubiano
Un día de principios de otoño de 2002, la luz de una pequeña y recóndita librería de la plaza del Rialto de Sevilla se apagó, sin ruido ni apenas despedidas, definitivamente. Su fundadora había empezado a vender libros diez años antes en otras librerías, donde aprendió muchas cosas, además de su oficio.
En la sucesión de vivencias que conforman estas deliciosas memorias parciales, Rubiano comparte con los lectores la insobornable vocación que le llevó a establecerse como librera en una esquina del mapa. Y lo hace con humor y con cándida sinceridad, porque salvo la satisfacción de trabajar entre libros y lectores entendemos desde el principio que nada es como había soñado y que en el oficio no faltan tormentas, marejadas y amargas decepciones. Pero también hay, afortunadamente, momentos delirantes, impagables lecciones y grandes alegrías.
Ante todo, la valía de estas páginas, que el lector recorrerá entre la carcajada libre y la más profunda empatía, reside en la vitalidad y el personalísimo estilo con el que Rubiano nos habla de su particular devoción por los libros y de cómo uno puede llegar a arriesgar cualquier seguridad por perseguir un sueño
Otro de esta temática que, aunque imperfecto, me gustó es : Las mil y una historias de A.J Fikry, de Gabrielle Zevin
La conmovedora historia de un librero en la cuarentena que rehace su vida y busca de nuevo la felicidad.
A pesar de ser el único librero de Alice Island, a A.J. Fikry no le gustan ni la posmodernidad ni el realismo mágico. Tampoco pierde el tiempo con historias sobre el Holocausto, libros infantiles o novelas románticas. Sus planes nocturnos consisten en encerrarse en un destartalado apartamento y acompañar un buen cuento clásico de comida basura y media botella de whisky. Porque, todo hay que decirlo, de la misma forma que a A.J. Fikry no le gustan la mayoría de libros, tampoco le suele caer bien la gente. Hasta que, de repente, alguien amanece sentado en el suelo de su polvorienta librería...
Esta es una historia de genuino amor libresco, destinada a todos aquellos que abren los libros para oler sus páginas y acarician el lomo cuando los dejan en la estantería. A.J. Fikry no es un dechado de cortesía, pero hay algo que tiene muy claro: somos lo que leemos. Más aún, nuestra vida está hecha de mil historias que nos acompañan a lo largo del camino y la buena literatura es una brújula que nunca falla.