Mi gato está hasta la pilinga de la ola de calor y para demostrarlo ha decidido hacer caca fuera del arenero. Arenero que limpié ayer, así que no es que haya cagado fuera porque estaba sucio, no. Total, que él ha hecho sus cosillas y mientras se ve que la Conga estaba de parranda, haciendo sus tareas de limpieza... y luego ha llegado a la escena del crimen y lo ha repartido todo por el "mini-genkan" (entrada japonesa pa dejar los zapatos, como es mi casa le meto las frikadas que me dé la gana). Afortunadamente, la señora Conga estaba ya terminando su ruta y sólo ha esparcido el regalo de mi chiquitín al mundo en un espacio no muy grande. Eso sí, ella se ha puesto divina.
El gato fenomenal, claro, viendo que al sistema hay derrotarlo con acciones y no con maullidos.
Me encanta porque es que vivo en un sitio donde hace mucha calor y en una casa que parece un horno y lo que más me apetece hoy es limpiar y oler caca.
Yo sólo espero que esto la vida me lo convalide en lo que sea, porque sino no entiendo la broma de fin de semana.
¿Y sabéis lo peor? Que el gato es guapísimo y lo veo y me dan ganas de matarlo de abrazos. Abrazos isométricos, que duren horas. Porque encima el tío es más bonito que su vida.
Obviamente, no le voy a regañar, que la criatura no sabe qué ha pasado. Me cagaré en la Conga mientras la limpio, eso sí, con palabras bonitas, que vaya que me escuche y luego se rebele y un día nos friegue tan tan tan bien el suelo que nos matemos del resbalón. Jé, no caerá la breva