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Ve a la legua “el juego sucio que hay tras el mercado de la Ley Trans” por pura deformación profesional. Y es que Elena Armesto, una de las voces más activas en la denuncia del transgenerismo, es analista de Marketing. Maneja tantos datos al dedillo que con solo leerla cae por su propio peso el almíbar con el que se pretende envolver a lo cuir. Es más, esta licenciada en Bellas Artes con Diploma en Estudios Avanzados en Comunicación Audiovisual y Master en Marketing y Publicidad, avisa de la ligereza con la que la sociedad está comprando un mensaje que lejos de defender a la población a la que dice destinarse, le hace flaco favor. “El concepto trans del borrador del Ministerio de Igualdad ni tiene que ver con la transexualidad ni mejora la situación de las personas transexuales. De hecho, elimina recursos como las unidades específicas tal y como denuncian los y las propias afectadas por la disforia de género”, recalca.
Es más, para esta reputada feminista, la demagogia de la Ley Trans afecta a la línea de flotación de toda la ciudadanía. “Lo hace por la auto identificación registral del sexo simplemente a propia voluntad, por la hormonación temprana a menores y por la censura a cualquier voz discordante con la ideología de la identidad de género”, añade.
¿Ser “trans” es una moda convenientemente promocionada por el capital?
Magdalen Berns se refirió a este aumento de personas “trans y aliados” como “transtrenders”. Hace poco escuché a George Galloway llamarlo “transmanía”. Desafortunadamente lo “trans” es más que una moda, es toda una industria, la de la identidad de género, tal y como la denomina Jennifer Bilek, término que me parece acertadísimo. No olvidemos que, como afirma la propia Bilek, este mercado ha pasado de valer 8.000 millones de euros anuales a más de 3 billones de euros en tan solo cinco años. En una sociedad donde se consume compulsivamente, la última frontera, el último nicho de mercado por colonizar y explotar, es el propio cuerpo y la “identidad”. La experiencia de las identidades de género se ha convertido en un producto más. Y uno muy rentable especialmente para las industrias farmacéutica, la biomédica y tecnológica.
¿Cuándo un movimiento por los derechos civiles ha recibido apoyo en bloque por parte de las grandes corporaciones? ¿Desde cuándo entidades financieras como Goldman Sachs, responsables de crisis económicas y pobreza extrema en todo el mundo, tiene interés por apoyar un movimiento por los derechos de colectivos extremadamente marginados debido sus maniobras financieras?
¿Los Principios de Yogyakarta son la Biblia del sexismo casposo?
Una biblia casposa e increíblemente retrógrada. Es “transexismo” aplicado a través del evangelio de su “Guía del Activista. Estos “principios”, bajo el pretexto de la protección de la libertad de la orientación s*xual e identidad de género, tienen como objetivo último blindar leyes de auto identificación de sexo, para dibujar un panorama legislativo favorable a la industria de la identidad de género, borrando el sexo como categoría jurídica en el proceso. Y entran en conflicto directo con la Convención de toda forma de Discriminación contra la Mujer – CEDAW (1979), los acuerdos de la Conferencia de Beijing (1995), el Convenio de Estambul (2011)- y otras legislaciones nacionales destinadas a combatir las desigualdades que sufrimos las mujeres por razón de nuestro sexo.
La propia definición que dan sobre “identidad de género” no tiene desperdicio: “expresiones de género, incluyendo la vestimenta, el modo de hablar y los modales”. Esto es una oda a los más rancios estereotipos sexistas y retrotraernos décadas atrás en la lucha feminista. Recordemos, además, que los Principios de Yogyakarta son dos documentos de 2007 y 2017 redactados por lobbies y firmados a título individual por un pequeño y selecto grupo de personas. No tienen validez en la jurisprudencia internacional a pesar de que se les mencione, por ejemplo, en el borrador del Ministerio de Igualdad y otros textos. La Asamblea de Naciones Unidas, de hecho, los rechazó tanto por contenido cómo por haber sido presentados saltándose el procedimiento propio del Consejo de Derechos Humanos.
¿Los medios de comunicación son también Méngeles? ¿En España están cogiendo carrerilla, ¿no?
Lon medios son al fin y al cabo el Cuarto Poder y esto la industria de género lo sabe y lo utiliza de forma muy eficaz. De hecho, algunos están directa o indirectamente subvencionados por los promotores de esta industria. Sin ir más lejos, la familia Soros -al frente de la OSF y que invierte cantidades millonarias a la causa trans- tiene, además de intereses en compañías farmacéuticas y biotecnológicas, diferentes plataformas de medios y de contenidos bajo su control. El Diario.es es uno de ellos. El grupo Prisa por otro lado, pertenece al selecto Foro Bilderberg, donde se coordinan diferentes acciones políticas, económica y sociales. La agenda trans está apoyada por esta élite económico-financiera. La estrategia por extender el mercado de la industria de género no solo pasa por modelar los cuerpos legislativos a su favor, sino también por controlar la opinión, el “mainstream”, que da soporte a las propuestas de leyes sobre auto identificación de sexo, tal y como se está viendo recientemente.
Esto no lo digo yo, es algo que los propios promotores de esta industria ya establecieron como objetivo estratégico en una convención organizada en 2008 por Arcus Foundation (perteneciente a Jon Stryker, uno de los mayores sponsors de la ideología trans y precursores de la industria de genero) con otros fondos de inversión social, donde se trazaron las acciones a seguir en el medio y largo plazo para favorecer un panorama social y legislativo favorable a la apertura de nuevos nichos de mercado enmarcados dentro de la industria de género.
Gracias a la promoción en medios, se ha extendido la idea y en concreto en nuestro país, de que los derechos trans sea lo que sea lo que significa ser trans hoy en día no se respetan. Cuando en España tenemos actualmente una de las leyes con más cobertura y con más garantías para las personas transexuales del mundo, además de legislación orientada a combatir los delitos de odio por identidad de género. Es como poco sorprendente que, en los últimos tiempos, los medios patrios que hacen de altavoz a esta ideología de las identidades de género, nunca se acuerden de nombrarla. Más sorprendente aún es que en 2018 España fuera considerado como uno de los mejores países del mundo para ser trans según un informe independiente de la consultora IPSOS. ¿Qué ha pasado desde entonces? ¿No será que se utiliza la problemática específica de las personas con disforia de género como excusa para legislar la auto identificación de sexo.
Mientras ser mujer es solo una cosa: ser oprimida, bajo el paraguas trans parece que hay una diversidad que se extiende al infinito y más allá y que está por encima del 52% de la población mundial.
Efectivamente. Se pretende legislar la “identidad de género” para favorecer la “diversidad” a través de “vivencia interna e individual” del género tal como cada persona la siente profundamente”. Según esta definición (recogida de los Principios de Yogyakarta), existen tantas identidades de género como personas en este mundo. Cualquiera puede ser trans. ¿Es una feminista, inconforme con los estereotipos sexistas que se impone a las mujeres trans o “no binaria”? ¿Es hombre que contrae matrimonio con una menor, también una persona trans porque vive su “género de forma interna e individual”, creyéndose con el derecho de forzar a niñas según su forma de entender su propia identidad de género enmarcada dentro de sus parámetros vivenciales y culturales?
Las teorías “generistas” que diría Alicia Miyares, no son más que la reacción virulenta del patriarcado por mantener su posición de poder disfrazado de “diversidad”. Todo este asunto de la multiplicidad de “géneros” o el “espectro del sistema sexo/género” no es más que un pretexto para eliminar de toda base legislativa la razón por la que el 52% de la población sufrimos desigualdad estructural, el sexo.
Como ya recordó Amelia Valcárcel, no olvidemos que todavía, hoy en día, existen millones de mujeres y niñas que no tienen acceso a ser alimentadas, educadas, formadas. Que son violadas, torturadas, prostituidas, casadas a la fuerza, solo por el hecho de haber nacido mujeres. En este sentido, el proyecto de Recomendación General 28 de 2010 de la Convención Contra la Discriminación de La Mujer (CEDAW) enfatiza que cambiar el “género” no cambia la posición social de una persona, en tanto en cuanto que las mujeres sufrimos discriminación por nuestro sexo.
¿Se habla de suministrar bloqueadores hormonales a menores de edad de incluso 10 años como el que se toma un cola cao?
La desinformación con respecto a este asunto es intencionada. La estrategia promocional de la que hablaba antes pasa por mostrar insistentemente a niños y niñas hablando de lo felices que son por haber empezado a “transicionar”, junto con sus orgullosos papás, comentando cómo sus hijos ya se mostraban inconformes con su sexo a edades entre los 3-5 años, porque tenían unas preferencias de juego no “asociadas con su sexo”. Esto es demencial, como declara la doctora Isabel Esteva, “las hormonas no curan los estereotipos sexistas”
Sin embargo, ninguno los medios han dado voz a expertos o se hayan hecho eco de estudios sobre disforia, sobre detransiciones o sobre las consecuencias irreversibles de los bloqueadores hormonales a menores. Mas aun cuando el caso de Keira Bell se ha convertido en un referente mediático, desgraciadamente, de las peligrosas consecuencias de aplicar terapias afirmativas e invasivas a menores, tal y como quiere legislar Irene Montero.
La estrategia está siendo muy cruel con una generación a la que primero se le induce una disforia para luego administrarle bloqueadores de la pubertad, ¡chupito!
La idea de la industria de las identidades de género es la de fidelizar pacientes-consumidores de por vida. ¿Cómo se hace esto? Pues en primer lugar reforzando los estereotipos de género: en las escuelas a través de las guías co-educativas en “diversidad”; en la industria p**no -que también está presente en otros contenidos, como la industria musical, las redes sociales (OnlyFans es un buen ejemplo)-, etc. Esto deja a nuestras niñas en una posición especialmente delicada. ¿Qué adolescente quiere ser “mujer” sabiendo lo que le espera? La disforia de género entre niñas y adolescentes ha aumentado de forma exponencial en los últimos años. Este fenómeno se conoce provisionalmente como Rapid Onset Gender Dysphoria (ROGD) y está siendo observado por la comunidad médica a nivel mundial.
En segundo lugar, y para asegurar el mercado, se está presionado para rebajar la edad en la aplicación de las llamadas terapias afirmativas, incluso bajo riesgo para los padres de perder la tutela de sus hijos si se oponen a la aplicación de estas terapias. Esto es uno de los puntos que ha introducido el Ministerio de Igualdad en el borrador de esta mal llamada Ley Trans.
Está además reportado, que una vez los menores inician el camino de la transición de los bloqueadores hormonales, y puesto que afectan a su desarrollo no solo físico sino también a su proceso madurativo, continúan hacia las hormonas cruzadas y cirugías y/o amputaciones como las mastectomías e histerectomías en un periodo muy corto. Lo que se traduce en un aumento de mujeres jóvenes que se arrepienten de haber transicionado al llegar a la veintena. Y es que, según los estudios en la materia, la disforia de género, se supera hasta ente un 75-90% de los casos una vez superada la adolescencia. Aplicar terapias afirmativas sin tener este dato en cuenta, en una aberración ética y médica. Cabe señalar aquí, que el borrador del Ministerio de Igualdad, no recoge ni un solo punto que verse sobre este tema y cuáles deberían ser las medidas a tomar por parte de la Administración en el caso de que una persona deseara revertir su transición. Y ya se están reportando casos en nuestro país.
Hace poco decías que las “terapias afirmativas de género” (bloqueadores hormonales, hormonación cruzada y amputaciones o cirugías) son sinónimo de la mutilación femenina en Occidente.
Así es. En las sociedades donde se considera “normal” la mutilación genital femenina, ésta se practica atendiendo a “razones culturales” por las que la mujer debe ser privada de cualquier disfrute s*xual y seguir un papel de sumisión frente al hombre. Renunciar a la corporeidad del sexo para encajar en una sociedad, la occidental, cada día más estereotipada sexualmente y que premia lo masculino, es exactamente lo mismo. Nuestras niñas, sobre todo aquellas que no encajan dentro de lo considerado actualmente como “femenino” y según los estándares promocionados por la industria de la identidad de género (redes sociales, p**no industria audiovisual), no quieren ser mujeres y reniegan de su cuerpo justo en un momento donde están desarrollando su fisionomía como mujeres.
Judith Lorber en “Paradojas de Género” lo explicó de maravilla: “Los transexuales no retan la construcción s*xual del género. Su objetivo es ser hombres masculinos y mujeres femeninas”. Nuestras niñas, y según desvelan los datos, están afrontando su desarrollo en un marco social donde lo “femenino” se construye bajo un ideal sexista muy difícil de soportar. A los ojos de una niña que afronta la crisis de identidad propia de la adolescencia, es más fácil ser o reconvertirte como hombre, que ser una mujer sumisa, sufrir discriminación por ser lesbiana o incluso ser agredida sexualmente.
¿La utilización de los suicidios y la precariedad laboral trans es otro de los falsos datos?
Sin duda. Apelar a lo emocional es una manera muy eficiente de hacer propaganda. Dentro de la literatura de promoción de la industria de la identidad de género es habitual hablar de las ratios de suicidios del colectivo trans, los cuales se han demostrado totalmente falsos. Según el Colegio Americano de Pediatras, los jóvenes con disforia de género sufren unos índices de intento de suicidio por debajo de otros grupos de riesgo (anorexia, depresión, autismo, u otros tipos de desórdenes mentales). De hecho, el 90% de las personas que comenten suicidio han sido previamente diagnosticadas con una enfermedad mental. En esta línea, los estudios revelan que las terapias afirmativas de género no mejoraran los intentos de suicidios. Lo que sugiere que las disforias de género diagnosticadas podrían ser consecuencia y no causa de otros trastornos prexistentes. No hay por otro lado ninguna evidencia científica que demuestre que los casos de suicidio cometidos por personas trans hayan sido debidas a causas relacionadas con la discriminación directamente asociada a su condición de transgénero.
La realidad es que el perfil del colectivo “trans” (que no transexual) en España dista mucho de la imagen de lo que se nos presenta en medios. Según el estudio de la Agencia Fundamental de Derechos Fundamentales (FRA, por sus siglas en inglés y organismo que se cita en el borrador de Ley para la Igualdad Efectiva de las personas Trans) el perfil del colectivo transgénero es mayoritariamente joven y de sexo masculino; casi el 60% auto denominados no binarios, agéneros o género fluido; la mitad con estudios superiores o en proceso de conseguirlos y con una tasa de paro del 11%, muy por debajo del 80% que reiteradamente es mencionado por políticos y en medios.
¿Por qué tanta urgencia en legislar la auto determinación del sexo si ni siquiera es una prioridad dentro del colectivo?
Me pregunto exactamente lo mismo. Según el estudio anterior, el 60% de personas trans no quiere o no cree necesario cambiarse el sexo en el registro. ¿Por qué la premura por parte del Ministerio? ¿Por qué su negativa a recibir a los colectivos feministas o a los profesionales en el campo de la disforia de género? Es evidente que siempre se pueden hacer mejoras para asegurar derechos a la ciudadanía, pero nunca poniendo en peligro otros derechos, en este caso, los basados en el sexo y que tanto nos ha costado conseguir a las mujeres