Agnesvk escribió: 05 Nov 2020, 21:43
Lo más gordo es que la persona gestante de los mensajes anteriores empezó a ver la ventaja de ser hombre cuando se le acercó uno en plan colega en lugar de en plan baboso/ligoncete. Buena solución, en lugar de reclamar educación y respeto te camuflas y todos contentos, qué gran avance...
Es que esto es tan tan tan revelador...
Ya he contado varias veces que a mí me resulta muy fácil de comprender porque a mí me sucedió al final de la pubertad y al principio de la adolescencia. Me sentía enormemente agredida por las transformaciones que sufría mi cuerpo y por el modo en que mi rol cambiaba en la sociedad.
Lógicamente, no lo formulaba así con 12 o 13 años. De hecho, hace muy poco tiempo que he sido capaz de racionalizarlo.
Pero sí percibía, de manera confusa, que, por un lado, de repente de repente, me había convertido en una persona "de segunda categoría". Esto tampoco sabía formularlo. Pero lo sentía. Sentía que ser chico era mejor. Que todas las cosas divertidas eran patrimonio masculino, que ellos podían jugar al fútbol, ser brutos y divertirse, mientras que mis amigas, de la noche a la mañana, no querían hacer deporte para que no les salieran músculos y se preocupaban por cosas como la moda y el peinado. Los chicos formaban parte claramente de una categoría superior y yo ya no era una igual. Que tenia que luchar para que me aceptaran como una de ellos y que para eso era imprescindible llevar el pelo corto, pantalones y ser físicamente como ellos.
Y por otro, algo aún más grave y desconcertante, de la noche a la mañana, siendo aún una niña, me encontraba expuesta a una violencia y a una sexualización a las que no sabía cómo enfrentarme. Recuerdo miradas de hombres adultos que me hacian sentirme sucia y desnuda. Recuerdo la vergüenza de tener la regla o de que se movieran las tetas al correr. Y el rechazo que me producía.
Así que vestirme, arreglarme y comportarme como un chico, se convirtió en un escudo de protección durante varios años.
No nos damos cuenta, pero hay muchos comportamientos que no relacionamos y que tienen el mismo origen.
-Las adolescentes que quieren ser chicos para escapar de la sexualización y la objetivización.
-Las musulmanas que afirman que llevan hiyab y dicen que es una prenda feminista porque al ocultar lo que las hace atractivas para los hombres no sólo se sienten protegidas, sino que son más valoradas por los hombres y reciben un trato más igualitario.
-Las occidentales que se cubren el pecho en la playa con la parte de arriba del bikini porque les incomodas las posibles miradas masculinas, o que alguien las pueda grabar o porque sienten pudor.
Son tres manifestaciones distintas, de mayor a menor grado, de la misma realidad. La sexualización del cuerpo femenino, nuestra vergüenza al sentirnos observadas como objetos s***ales y nuestra falta de libertad.