“La convivencia de cuatro esposas y un marido es difícil”
IMA SANCHÍS
07/02/2019
Ayisha Fusein, emprendedora del año en Ghana
Tengo 33 años. Nací en una aldea cercana a Tamale (Ghana). Diplomada en Administración de Empresas. Estoy divorciada, tengo tres hijos. Creé mi propia empresa, Asheba Company. Soy feminista. En mi país las mujeres no son reconocidas, no tenemos poder económico ni educación. Soy musulmana.
Yo tengo una historia muy triste, y seguramente cuando se la explique me pondré a llorar.
A qué ha sobrevivido?
Luché para obtener una educación básica, no conseguí ir al colegio hasta los 12 años.
¿Por qué?
Era la hija mayor de la tercera esposa de mi padre, y la tradición establece que cuando nacía el segundo hijo, la mayor debía ser entregada a la hermana del padre, pero yo me negaba a irme.
¿Y esa rebeldía es aceptada?
No había quien me apartara de mi madre, así que se llevó a mi hermana, pero eso me impidió ir a la escuela, que estaba a tres horas de camino a pie, hasta que fui mayor.
¿Caminaba seis horas?
Sí, tres para ir y tres para volver. Mi escuela era bajo un árbol. Con el tiempo acabé trabajando para una oenegé británica pero desapareció.
No parece una historia triste.
Espere y verá. Tuve que buscar un nuevo trabajo para pagar mis estudios, pero los directores de las empresas se acuestan con las empleadas antes de darles trabajo, y yo ya estaba casada y era madre, lo cual complica mucho las cosas.
¿A qué edad se casó?
Lo habitual es dejar la escuela a los 16 años y casarte. Son matrimonios forzados. Yo lo hice a los 21 y con la condición de que pudiera completar mi formación.
¿Cuántas esposas tenía su marido?
Cuando di a luz a mi segundo hijo se casó con la segunda esposa. Ambas tuvimos tres hijos. Todos vivíamos bajo el mismo techo y la convivencia era espantosa. Ella era la favorita y me hacía la vida imposible, no soportaba que estudiara ni que trabajara y puso a mi marido en mi contra.
¿No pudo seguir estudiando?
No, y me pegaba a diario, pero mi familia decía que mi lugar era con él. Me llevó cinco años de palos separarme. Al final convencí a mi padre, pero según la ley sólo podía llevarme a la menor de mis hijos. Terrible, pero hoy puedo pagarles la escuela, y pasan por mi tienda a verme.
¿Cómo se convirtió en emprendedora?
Cuando era niña acompañaba a mi madre al mercado de Tamal, donde las mujeres vendían manteca de karité a cambio de poquísimo dinero. Decidí procesarla y una oenegé me ayudó a formarme y a poner en marcha mi negocio.
Y se lanzó.
Le agregué valor, convertí la manteca de karité en cremas corporales. Agrupé a las mujeres en cooperativas y les proporcioné capacitación y formación para conseguir crema de karité de alta calidad y bien empaquetada. Empezamos tres y ahora ya somos 700.
¿Y el dinero es para las mujeres?
Sí, porque los árboles de karité, que nunca han tenido valor, son tradicionalmente propiedad de las mujeres que recogen las nueces y las procesan fuera del hogar, y por tanto no saben cuánto ganan.
Pero siguen siendo la autoridad.
Sí, pero ahora la mujer es más respetada porque tiene más dinero que el marido. El trabajo nos ha proporcionado voz en la familia y en la comunidad. Somos la principal fuente de ingresos y podemos llevar a nuestras hijas a la escuela.
¿De dónde sacó ese empeño en estudiar?
Nuestra aldea no está lejos del aeropuerto, íbamos allí a recoger leña para cocinar. Cuando veía a mujeres bajar de un avión con sus maletines, le decía a mi madre: “Yo quiero ser como ellas”.
Entiendo.
“Esas mujeres están muy formadas –me contestaba mi madre–, si quieres ser como ellas, deberás estudiar”. Pero en mi país estudiar vale dinero y mi padre tenía tres esposas y muchos gastos. “Y si quieres ser como ellas –añadía mi madre–, aléjate de los hombres”.
¿Las otras esposas siempre son rivales?
Sí, porque no es fácil que convivan cuatro mujeres juntas con un único marido, se pelean, se traicionan por ser la favorita.
Por mandar.
Sí, ser la favorita te da poder y autoridad en la casa, más dinero para tus hijos y ventajas en la comunidad. Si no eres la favorita vives arrinconada y si caes enferma no eres atendida. Muchas mueren por negligencia.
¿Vive con su familia paterna?
Sí, no puedo vivir sola, si lo hiciera me considerarían una prostituta.
Supongo que no piensa volver a casarse.
Sí, pero con un hombre que respete mi trabajo y que solo quiera una esposa.
No entiendo que quiera volver a casarse.
Si eres la hija mayor y no estás casada, se te considera una persona que no merece respeto y los hombres te hacen propuestas extrañas y se burlan de ti. Es bueno que me case para mantener mi dignidad y el respeto en la sociedad en la que vivo.
Ser emprendedora del año en Ghana, ¿no es suficiente respeto?
Tengo muchos premios, pero en mi comunidad lo desconocen y no les importa, sólo saben que no estoy casada y por tanto no soy respetable, pero le prometo que mi segundo marido será diferente, tiene que serlo porque ninguno se casaría con una mujer como yo.
¿Inteligente, independiente, guapa y que ayuda a su comunidad?
Los hombres de mi región no quieren a una mujer que hace cosas que ellos no son capaces de hacer, les intimido, quieren que la mujer esté por debajo, así demuestran su valía.
La hija de Ayisha
Esta es una historia agridulce. Ayisha nació rebelde, su obsesión era estudiar para llegar a ser una de esas mujeres que viajaban en avión y fue la primera persona de su comunidad rural en subirse a uno. Por el camino la lucha contra una cultura que somete a las mujeres hasta el absurdo y que las convierte en enemigas unas de otras fue titánica. Hoy regenta una empresa que ha dado la independencia económica a 700 mujeres. Lo sorprendente, y esta es la parte irracional del ser humano, es que quiere volver a casarse para ser respetada, y hará falta que la hija de Ayisha llegue un poco más lejos que su madre, mujer reconocida y premiada en su país. Ha venido invitada por Barcelona Activa y Fledge, una aceleradora de impacto social.
- Yunki (
- Namu wrecked me - I 
Sope . Getting to know S.Coups.
